De Paul a Alain
Es un caballero discreto y siempre bien vestido. Pelo blanco inmaculado, barba impecable, ojos chispeantes, y una pajarita a juego. Es un hombre ocupado, su frente a veces es sombría, habitada por una tarea imperiosa.
Es un caballero discreto y siempre bien vestido. Pelo blanco inmaculado, barba impecable, ojos chispeantes, y una pajarita a juego. Es un hombre ocupado, su frente a veces es sombría, habitada por una tarea imperiosa.
Nada resume mejor el espíritu de este país que sus grabados de las casas, castillos e iglesias de la campiña de Bourbonnais.
Nada transcribe mejor la elegancia (particularmente femenina), ni la pompa de las temporadas de Vichy que sus siluetas inmortalizadas en los parques o frente a la ópera.
Nada simboliza mejor el milagro permanente de las aguas termales que su representación de los manantiales que brotan.
Nació el 28 de mayo de 1894, en una ciudad que no tomaría el nombre de Bellerive hasta 9 años después. Huérfano de madre a los 6 años, fue criado por su padre, que ocupaba el puesto de guardia de carreras en el hipódromo de Vichy. Desde muy joven mostró predisposición al dibujo y entró como dibujante tipográfico en la imprenta Mont-Louis de Clermont-Ferrand. Fue entonces cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Movilizado en el 14, Paul Devaux fue herido en Verdún y hospitalizado en Dijon, donde mató el tiempo con una navaja en el bosque.
En 1922, tendrá trabajo al fundar la agencia de publicidad Primo, que colaborará con el tejido económico local (Au Bon Marché, Galerie Sornin, Treyve frères, Moinet…) y, sobre todo, con la Oficina de Turismo de Vichy, que le llamará regularmente para promocionar la ciudad. Al año siguiente, trabajó para el periódico Petit Bourbonnais, que ayudó a lanzar con su talento ilustrativo. A lo largo de su carrera artística, pondrá este talento al servicio de numerosos escritores: Charles Maurras, Valery Larbaud, Maurice Constantin-Weyer, André Chamson y André Gervais, con los que entablará una profunda amistad.
Grabador, dibujante, ilustrador, cartelista, editor, publicista, xilógrafo, litógrafo, acuarelista, impresor, secretario ejecutivo, jardinero, perfumista, Paul Devaux es un personaje a la vez sencillo y complejo*, como su arte. Complejo, porque grabar la madera es esculpir el blanco, ahuecar, obviar las reservas para dejar emerger sólo el motivo. Grabar la madera es tallar independientemente cada color, ya que un grabado requiere superponer tantas maderas como colores tenga. Pero al final, es en la sencillez donde brilla el talento de Paul Devaux. Consigue plasmar toda la riqueza de los paisajes que representa con una formidable economía de medios.
Por último, los árboles están omnipresentes en su obra: los álamos del Allier, los robles de Tronçais, los plátanos o los castaños de los parques son más que una firma del estilo de Paul Devaux, son el alma de sus representaciones, la memoria de sus grabados. Como dice el refrán: el bosque no olvida que el mango del hacha es de madera.