

Típicas de las comunidades agrícolas, estas casas albergaban a varias familias en la misma vivienda para hacer frente a las penurias de la época. La propiedad se transmitía de generación en generación en régimen de copropiedad.
Cada habitante se llama parsonnier, del latín portio. Todos los parsons poseen una parte del hábitat comunal.
Estas familias solían estar emparentadas por lazos de sangre. Este sistema era habitual en la Montaña Bourbonnaise, sobre todo en los siglos XVII y XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX.
Al frente de cada comunidad había un amo y un ama elegidos que velaban por los intereses comunes y ejercían la autoridad moral sobre los párrocos. Este sistema fue desapareciendo con la llegada del Código Civil napoleónico, que no reconocía el sistema comunitario.
Sin embargo, en algunos municipios de la Montaña Bourbonnaise, este sistema se mantuvo hasta el siglo XX.
El señor de la comunidad solía dar su nombre a la localidad donde se construía la vivienda.
La vivienda comunitaria tenía forma de casa de galería. La planta baja pertenecía a toda la comunidad, con un gran salón donde los párrocos cocinaban, comían y se relacionaban. El primer piso estaba dividido en habitaciones propias de cada párroco, a las que se accedía a través de la galería.
Estas familias solían estar emparentadas por lazos de sangre. Este sistema era habitual en la Montaña Bourbonnaise, sobre todo en los siglos XVII y XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX.
Al frente de cada comunidad había un amo y un ama elegidos que velaban por los intereses comunes y ejercían la autoridad moral sobre los párrocos. Este sistema fue desapareciendo con la llegada del Código Civil napoleónico, que no reconocía el sistema comunitario.
Sin embargo, en algunos municipios de la Montaña Bourbonnaise, este sistema se mantuvo hasta el siglo XX.
El señor de la comunidad solía dar su nombre a la localidad donde se construía la vivienda.
La vivienda comunitaria tenía forma de casa de galería. La planta baja pertenecía a toda la comunidad, con un gran salón donde los párrocos cocinaban, comían y se relacionaban. El primer piso estaba dividido en habitaciones propias de cada párroco, a las que se accedía a través de la galería.
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